lunes, 9 de mayo de 2011

The morning after...


Yo me bajé antes del 3º, y ellos siguieron subiendo hasta el 6º. Hoy he tenido un billete por unas horas para visitarles en la azotea a la que han llegado, luchando todos para que su ascensor no se pare y les lleve cada vez más alto, cada vez más cerca de las nubes, de sus sueños, de su futuro, de todo aquello que siempre han deseado y ahora, por fin, tienen entre las manos.

Hoy ellos pueden mirar a los ojos y gritar a todo el mundo: he llegado. Puedo mirar hacia abajo y permitirme tener vértigo. Ha sido duro pero estoy aquí.

Las risas, los cafés, las fotocopias, las bibliotecas y las fiestas que antes seguían sin mí, ahora han pasado a ser recuerdos de un pasado cada día más lejano. Las voces de los siguientes alumnos irán borrando de las aulas de la Facultad de Derecho las de la promoción 2005-2011, que ya no es más que una gran foto en la pared. Todo vuelve a estar en silencio en la Plaza de la Universidad, como horas antes de la primera clase, a las 8 de la mañana de aquél 3 de octubre de 2005.

Ese día había eclipse de sol. Por la mañana hacía frio. Llegué tarde porque me confundí de edificio. Hablé con mis primeros amigos. Todo era tan nuevo, tan extraño. Desde la ventana de clase se veía un edificio gris. Las sillas eran granates y todo olía a nuevo. La primera clase fue de Introducción a la Administración de Empresas, y dos años más tarde, tras muchas idas y venidas, el acto final tuvo lugar el 3 de septiembre de 2007 en el examen de Derecho Internacional Público. Ese día hacía calor, y el eclipse era más mental que real. Y hasta aquí duró todo. Fin.

El tiempo fue pasando, y hoy, cuando el último grano del reloj de arena ha caído, poco a poco, todo se irá convirtiendo en una gran nebulosa en cuyo acto final aparecí de nuevo por unas horas, para acompañar y ser feliz al lado de la gente con la que hace 6 años inicié algo que ahora no puede aspirar a más que a ser recuerdos.

A todos ellos: ENHORABUENA


jueves, 1 de abril de 2010

Jeux d'enfants


Je vous présente ma vie vers 35 ans. J'avais tout, une femme, deux enfants, trois potes, quatre crédits, cinq semaines de vacances, six ans dans la même boîte, sept fois mon poids en matériel Hi-fi, huit coïts conjugaux par trimestre, neuf fois le tour de la terre en emballages plastiques couverts de polystyrène et autres pack... Alimentaires non biodégradables et dix ans sans voir mon père. Le Bonheur. La panoplie du parfait Tyran dont j'avais rêvé toute mon enfance. C'était donc ça être adulte. Avoir un compteur qui affiche de 0 à 210 et ne jamais faire que du 60...

Julien en Jeux d'enfants

domingo, 10 de enero de 2010

Aires difíciles

(...) Sin embargo, jamás llegó a estar satisfecha con lo que tenía, ni en aquella época ni después. Era como una condena, como un lastre, como una enfermedad de la que nunca logró curarse. No sabía disfrutar de las cosas, no era capaz de apreciar su valor, de extraer placer o alegría de los objetos, de los lugares, de las personas. Cuando conseguía algo, lo dejaba caer y salía corriendo detrás de un objetivo más difícil de alcanzar, y si actuaba así no era porque todo le pareciera indigno de ella, sino más bien por lo contrario. Era una enemiga feroz de sí misma, tenía una personalidad muy autodestructiva.
Le explico todo esto para que comprenda los motivos que pudieron llevarla a hacer lo que hizo. Estoy convencido de que nunca intentó hacerle daño, sino sólo complicarse la vida un poco más, estar más insatisfecha aun consigo misma, tener un nuevo motivo para seguir corriendo. (...)

Almudena Grandes - Los aires difíciles

jueves, 18 de junio de 2009

Cuando un amigo se va

Cuando se aleja en el mar.

el barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar.
el barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar

Cuando se aleja en el mar
y cuando se va perdiendo
qué grande es la soledad.
y cuando se va perdiendo
qué grande es la soledad.

No te vayas todavía,
no te vayas por favor.
no te vayas todavía
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós

sábado, 14 de marzo de 2009

Instrucciones para llorar

Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortazar - Rayuela

viernes, 13 de marzo de 2009

Notas a reflexionar

- Una ciudad se construye en una era y se destruye en una hora.

- Todo concluye pero nada perece.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar, Rayuela, capítulo 68